4 motivos para ver Érase una vez en América, de Sergio Leone

Quizás sea una de las mayores hazañas cinematográficas jamás logradas. Partiendo del libro The Hoods, de Harry Grey, sobre un mafioso poco conocido que amasó una ingente fortuna durante la ley seca, Sergio Leone conforma una fábula sobre la América de los soñadores. Érase una vez en América es, como su nombre deja entrever, una película con vocación de cuento. La historia de Noodles, un joven judío que junto con sus amigos empiezan a construir un imperio criminal a lo largo de cinco décadas es, al mismo tiempo, una radiografía de la sociedad americana del siglo XX. Para aquellos que todavía no han tenido el placer de acercarse por primera vez a una obra que te cambia la vida, aquí van un puñado de motivos para adentrarse en ella.

  1. Western urbano

Sergio Leone no fue un director muy prolífico: tan solo rodó 8 películas. ¡Pero qué películas! Por un puñado de dólares, El bueno, el feo y el malo, Érase una vez en el oeste… Este director nacido en Roma comenzó a curtirse como asistente de dirección en películas como Ladrón de bicicletas, de Vittorio da Sica, y participó en producciones americanas rodadas en Europa como Quo vadis?, de Mervyn Le Roy. En cuanto tuvo la oportunidad de dirigir sus películas, siempre se decantó por el western, llevando a lo más alto un género como el spaghetti western, denostado por los americanos. En Érase una vez en América, Leone cambia las vastas llanuras del desierto por la crudeza del asfalto de la ciudad de Nueva York. El resultado es una película que, pese a este cambio de escenario, no deja de ser un western, con ese tratamiento de la violencia y unos personajes marcados por su destino.

  1. Robert de Niro

De nuevo, De Niro. Y decimos de nuevo porque, tras Taxi Driver, vuelve a ser una pieza indispensable en la película. Su interpretación del Noodles adulto es el centro de la narración y, pese a estar acompañado por secundarios de nivel como James Woods, Joe Pesci o Elisabeth McGovern, el peso de la historia recae sobre él. Su interpretación contenida pero intensa, con la carga en la mirada de alguien que mira hacia el pasado arrastrando el lastre de la culpa, es un regalo para todos aquellos que disfrutan con los personajes complejos y bien construidos. Quizás no sea el mafioso o delincuente más carismático, charlatán y magnético de la historia del cine, pero sí que es uno de los más fascinantes y humanos, lleno de contradicciones y de dudas que lo hacen tan atractivo como repudiable.

  1. Película de culto tardía

Sergio Leone rodó alrededor de nueve horas de material del que realizó un primer corte de 6 horas. Dado que era imposible que ninguna distribuidora estrenara algo así en salas comerciales, Leone redujo la película a cerca de cuatro horas. En Estados Unidos fue un verdadero fracaso: le obligaron a estrenarla en dos partes y a narrarla de manera cronológica y no mediante los flashbacks del Noodles adulto, tal y como él había concebido la película. Hoy en día, sin embargo, Érase una vez en América es una película de culto, un clásico que hemos sabido apreciar gracias a su proyección tal y como Leone había ideado.

  1. El tiempo como protagonista

Es una película de casi cuatro horas que se pasan en un suspiro, con flashbacks, elipsis, historias y personajes que van y vienen… la sensación final que nos deja es la de haber presenciado la condensación en imágenes del significado del paso del tiempo. En ese poso temporal acaban aflorando temas como la nostalgia, la traición, el desengaño… sentimientos relacionados con la necesidad de dejar que el tiempo fluya para ver la realidad de una manera distinta. Eso es Érase una vez en América: la consagración del cine como cápsula del tiempo en forma de imagen.

Más en el blog: Estreno en maratón de la serie What Would Diplo Do? en agosto