5 directores iberoamericanos a seguir

Aunque se aprecia una tendencia a la baja, también producto de las derivas programáticas, más pendientes de las corrientes ideológicas que de las cinematográficas, la factoría hispanoamericana sigue apareciendo con fuerza en los grandes festivales del mundo. La ficción hablada y narrada en español sigue llamando la atención del público de las diferentes latitudes y cuesta encontrar un certamen que no cuente con una copiosa cosecha de cintas hispanoparlantes. A continuación, presentamos a cinco realizadores que han ayudado a cimentar ese prestigio y de los que se espera mucho en el futuro.

Benjamín Naishtat (Argentina, 1986)

Este director bonaerense, a sus 32 años, ya cuenta con cuatro cortometrajes y tres largometrajes en su haber. Con el primero, Historia del miedo (2014), compitió por el Oso de Oro de la Berlinale. Con el segundo, El movimiento, hizo lo propio en el Festival de Locarno, concretamente en la sección Cineastas del Presente, el apartado más importante del evento helvético tras la sección oficial. Con el tercero, Rojo, presentado recientemente en la competición del Festival de San Sebastián, ha llegado su consagración: como autor de una de las cintas triunfadoras del SSIFF, consiguiendo los premios a mejor dirección, actor y dirección de fotografía. Un merecido rédito para este thriller criminal llevado por cauces poco convencionales.

Dominga Sotomayor (Chile, 1985)

Más heterodoxa si cabe es la puesta narrativa del cine de esta cineasta chilena que se presentó en sociedad con De jueves a domingo (2012), un tierno retrato familiar que obtuvo el Tiger Award en el Festival de Róterdam. Su siguiente film, Mar (2014), más experimental, tuvo una excelente acogida crítica tras su exhibición en la sección oficial del mentado Festival de Locarno. Su último trabajo, Demasiado tarde para morir joven (imagen de cabecera), supone una vuelta a sus orígenes. A esa sensibilidad para contar historias mínimas desde lo lírico, otorgándoles trascendencia, vida que supura a través de la imagen, en definitiva.

Alonso Ruizpalacios (México, 1978)

Una de las primeras apariciones públicas de este director mexicano fue en la entrega de premios de la Berlinale, donde recogió virtualmente el prestigioso premio a la mejor ópera prima –el filme se programó en Panorama— mediante un streaming junto a su hijo. No fue el único galardón –después venció en Tribeca, San Sebastián y La Habana— que le deparó su aclamada cinta debut, una divertida comedia rodada en blanco y negro que nos ofrece, en tono fabulesco, una mirada a la juventud mexicana de los 90. Su siguiente largometraje, Museo (2018), lo devolvió a Berlín, donde también logró el beneplácito de los especialistas. El film nos narra el robo de varias piezas en el Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México cometido por dos ninis.

Luis Ortega (Argentina, 1980)

Probablemente, es el director que menos les suena de este listado pero, tranquilos, pronto lo tendrán más que presente con el estreno en España de El ángel, una de las propuestas lúdicas más interesantes que nos dejó el pasado Festival de Cannes, donde compitió en Un Certain Regard. La cinta narra las peripecias de Carlos Robledo Puch, Carlitos, el criminal más joven de la historia del país que empezó como un ladrón de guante blanco para acabar siendo acusado de brutales asesinatos. En El ángel se entremezclan la comedia, el drama y la acción con personajes carismáticos. Una película con estilo.

Ciro Guerra (Colombia, 1981)

Este joven director colombiano es uno de los responsables –junto con su esposa Cristina Gallego— de uno de los hitos del cine sudamericano reciente: El abrazo de la serpiente, film ganador en la Quincena de Realizadores de Cannes y nominado al Óscar en 2015. Uno de los valores del filme, su perspectiva antropológica, continúa en su segunda obra de ficción: Pájaros de verano, codirigido con Gallego y de nuevo presentado en la Quincena cannoise. Un excitante drama criminal con el tráfico de droga como motor pero sin los elementos típicos del género y con una contextualización inédita.

El antepenúltimo mohicano.

Park City, Utah.

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