Celebramos el cumpleaños de Daniel Day-Lewis con 5 de sus mejores papeles

Un 29 de abril de 1957 nacía en Inglaterra un actor cuyo nombre ha devenido sinónimo de recital interpretativo. Celoso de su intimidad, poco dado a los agasajos de la industria, que se permite “excentricidades” como retirarse para aprender a hacer zapatos artesanales en Florencia, destaca por su capacidad de ser intenso y comedido a la vez. Famoso por llevar el Método Stanislavski a sus últimas consecuencias, hasta el extremo de autoprivarse de sueño, no ducharse o aprender checo para meterse más en un papel, estos excesos los atemperan una mesura y una elegancia propias de la tradición británica. En SundanceTV queremos recordar algunas de las interpretaciones que han cimentado su prestigio.

Mi hermosa lavandería, de Stephen Frears (1985)

Hanif Kureishi escribió el guion de esta arriesgada y estimulante propuesta, que ataca la realidad de la Gran Bretaña de su época (pleno thatcherismo) mediante una mezcla de realismo social, humor negro y surrealismo pop. La historia se centra en la relación amorosa entre Omar (Gordon Warnecke), joven de origen pakistaní, y Johnny (Daniel Day-Lewis), un neonazi que empieza a renegar del odio racista que lleva años amargándole. Day-Lewis logra dotar a su personaje de la ambigüedad que requiere mediante una caracterización que oscila entre la ternura y la dureza.

Mi pie izquierdo, de Jim Sheridan (1989)

El biopic de Christy Brown le valió a Day-Lewis su primer Oscar y la fama internacional. Y no había para menos, pues la historia de este pintor y escritor dublinés nacido con parálisis cerebral permitió al actor llevar a cabo una de las interpretaciones más memorables de una persona aquejada de minusvalía. Ello también fue el inicio de su colaboración con Jim Sheridan y afianzó su largo idilio con Irlanda, hasta el extremo de nacionalizarse irlandés en 1993.

La edad de la inocencia, de Martin Scorsese (1993)

El mismo año en el que Hollywood se dejaba deslumbrar con su interpretación de Gerry Conlon en En el nombre del padre, Day-Lewis nos ofrecía una actuación menos espectacular, pero más cargada de matices, hondura y sutileza en esta exquisita adaptación de Martin Scorsese de la novela homónima de Edith Wharton, La edad de la inocencia; una reflexión sobre el peso de los condicionantes sociales para definir nuestra vida. Junto a una espléndida Michelle Pfeiffer, Day-Lewis conforma una de las parejas románticas más inolvidables de la gran pantalla.

Gangs of New York, de Martin Scorsese (2002)

Aunque el realizador neoyorquino no llevó a cabo su mejor trabajo en esta ocasión, lo que sí destaca es la actuación de Day-Lewis como Bill “El Carnicero”, el villano oficial de la función, que se merienda a todos y cada uno de sus compañeros de reparto, llámanse DiCaprio, Neeson, Broadbent o Gleeson. Y es que, con un personaje tan esperpéntico y desmedido como el de Bill, cualquier otro actor habría hecho el ridículo más espantoso; no así Day-Lewis, que consigue que nos interese más sumergirnos en la psicótica personalidad de “El Carnicero” que la manida trama de venganza que articula el filme.

Pozos de ambición, de Paul Thomas Anderson (2007)

Segundo Oscar para Day-Lewis, cuya magistral encarnación del magnate petrolífero Daniel Plainview tendría que estudiarse en las academias de interpretación; de hecho, su actuación es, básicamente, la guinda que culmina esa inagotable obra maestra que es Pozos de ambición, una tragicómica y descarnada visión sobre los cimientos del sueño americano, que se resumen en un culto al dinero que impera por encima, incluso, de la fe, de la familia o de la ley.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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