Grandes óperas primas ganadoras en la Berlinale

En un festival como la Berlinale, desde el pasado jueves con su 70ª edición a toda máquina, muchos debuts han formado parte de la máxima competición, algunos, incluso, llegaron a conseguir el Oso de Oro, uno de los premios más prestigiosos en el circuito cinematográfico. Pero también Berlín es plaza de outsiders, de filmes menores que igual no figuraron en los puestos más altos del palmarés pero sí lograron en la capital alemana el espaldarazo definitivo para sus directores. A continuación, les sugerimos cinco películas que tienen algo en común: la primera, que son óperas primas; la segunda, que ganaron el galardón a la mejor primera película –con una concesión al apartado Generation— de su edición. Un laurel de mecha corta, activo desde el 2006, pero que subraya en rojo a un posible ganador futuro de ese úrsido dorado.

En soap, de Pernille Fischer Christensen (2006)

La carta de presentación de la directora danesa no solo se contentó con el premio a la mejor ópera prima, también obtuvo el Oso del Plata-Gran Premio del Jurado. Con este trabajo nos descubría a una actriz inmensa: Trine Dyrholm. Ella da vida a Charlotte, una mujer en sus treinta que, tras romper con su novio y abandonar el piso que compartían, conoce a una joven transexual que vive justo debajo de su inmueble. Una relación que provocará el redescubrimiento de una identidad sexual hasta entonces reprimida. Es la mejor película de esta directora influenciada por el movimiento Dogma’95 cuya carrera ha ido derivando en trabajos más acomodados.

Kauwboy, de Boudewijn Koole (2012)

Algo similar le ocurre a Boudewijn Koole, cineasta neerlandés que deslumbró en Berlín con esta cinta vital y llena de sensibilidad, algo que le valió una excelente distribución –llegó a España gracias a la extinta Mucho bueno Films. Koole aunque lo ha intentado con otros dos largometrajes, y sin eludir riesgos, no ha alcanzado tal notoriedad. Kauwboy, con claras reminiscencias del Kes de Ken Loach, trata sobre la amistad de un niño, que recientemente perdió a su madre, y un grajo. Una película que meses más tarde se hizo con el Discovery Award de los European Film Awards.

Violet, de Bas Devos (2014)

Bas Devos es uno de nuestros directores de cabecera. Eso justifica su presencia aquí como cinta ganadora de la sección Generation de su año. Con un estilo que poco tiene que ver con las anteriores propuestas: cine dominado por la imagen y el silencio. Su primer trabajo, colaborando con el operador Nicolas Karakatsanis, es una preciosa y críptica elegía de la pérdida, la de un joven ciclista de BMX que ha visto morir a su mejor amigo en un asalto en un centro comercial. La carrera de Devos ha seguido ofreciéndonos talento a raudales, concentrados geográficamente en el barrio de Molenbeek, con Hellhole y Ghost Tropic (2019).

Güeros, de Alonso RuizPalacios (2014)

Este filme de Alonso RuizPalacios, en un precioso blanco y negro, contextualiza, con cierta ironía, las problemáticas de la juventud mexicana de las clases bajas en los años 90. Estamos ante una de los trabajos más importantes del cine hispanoamericano del nuevo milenio. Su recorrido desde Berlín hasta San Sebastián estuvo acompañado de numerosos premios. La carrera (y la vida personal) de RuizPalacios no se puede entender sin Berlín. En la urbe teutona presentó su segundo largometraje: Museo (2018).

Verano 1993, de Carla Simón

Una de las bases de la excelente salud de la ficción catalana reside en esta cinta de Carla Simón, que se llevó un premio a la mejor ópera prima del Festival de Berlín que auguró el sensacional camino posterior, con su Biznaga de Oro a la mejor película y ocho nominaciones a los premios Goya. El filme captura la vida e inseguridades de una niña que está pasando el verano con sus tíos en una preciosa zona rural de Girona. Las expectativas ante la nueva creación de Simón, titulada Alcarrás, son máximas. Verano 1993 ha sido una de las grandes noticias para nuestro cine de autor en la última década.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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