Las cinco mejores películas de Studio Ghibli

El cine de animación se ha asociado muchas veces al público infantil, que acude con sus padres a las grandes salas para presenciar el nuevo cuento de Disney o la nueva aventura de tal o cual héroe fantástico. Pero cada vez se producen más filmes de este tipo fuera de esta norma, algo que atestigua su reciente presencia en festivales hasta hace poco reacios a recibirlos. Un importante precedente lo marcaría Vals con Bashir, de Ari Folman, presentada en Cannes; y más recientemente cabe citar El niño y la bestia, de Mamoru Hosoda, con paso por Toronto y San Sebastián; o Isla de perros, de Wes Anderson, que acaba de inaugurar la Berlinale. El festival de Sundance tampoco ha quedado al margen de esta tendencia, destacando en él la premiere mundial de Mary & Max en 2009, o la muestra en esta edición de la japonesa Lu Over the Wall. Precisamente al país nipón nos trasladamos para proponer nuestro top 5 del célebre estudio Ghibli, cuyas películas siempre se estrenan allí antes de pasar por cualquier certamen, lo cual revela su alcance global, pero a la vez tienen más madurez que los dibujos al uso, y por ello se aprecian tanto por espectadores más veteranos.

  1. Recuerdos del ayer

Este filme de uno de los fundadores del estudio, Isao Takahata, apenas tuvo difusión cuando se estrenó en 1991, y hubo que esperar hasta febrero de 2016 para que tuviera su debida acogida en salas norteamericanas. Entonces se reavivó el interés por esta historia de una mujer que sale de Tokio para pasar una temporada en el campo, mientras rememora las experiencias que tuvo de niña en el colegio y con su familia. Parece un relato intrascendente, pero bajo la batuta del maestro Takahata adquiere un lirismo inigualable, apoyado en una fotografía con dominio de los tonos pastel y una música a cargo de Kastu Hoshi, en lugar del frecuente colaborador de la compañía Joe Hisaishi.

  1. El cuento de la princesa Kaguya

Con casi 80 años el mentado Takahata volvería tras las cámaras y el libreto para contarnos otra historia femenina sobre el paso del tiempo y el contraste entre campo y ciudad, algo que por otra parte es una constante de Ghibli. Pero ahora la sabiduría se hace más patente al retomar esta leyenda sobre una princesa venida de la luna y hallada por un leñador en un tallo de bambú. Si recuperamos los antedichos elementos técnicos, tenemos una fotografía todavía más contrastada y una banda sonora muy evocadora, ahora sí compuesta por Hisaishi. Aquí la nostalgia se desarrolla con gran poderío sin recurrir a flashbacks, gracias a una narración paciente que deja una impresión duradera.

  1. Susurros del corazón

Este filme es uno de los menos conocidos de Ghibli, partiendo de su director Yoshifumi Kondô, pero es sin duda uno de sus más emotivos. Esto se debe a que renuncia al elemento fantástico si no es por medio de la imaginación de su joven protagonista, aspirante a escritora, cuyas peripecias seguimos en un Tokio contemporáneo. En este marco se nos cuenta entonces un relato de paso de la madurez que es una especialidad del anime, como también revelan los trabajos de Mamoru Hosoda o Makoto Shinkai, así como sus inspiraciones del manga. En la cinta de Kondô importa el descubrimiento del primer amor a través nada menos que de la creación artística, musical y literaria.

  1. Mi vecino Tororo

No podía faltar la mención del que probablemente sea el filme más icónico de la factoría, ya que su muñeco protagonista le proporciona el logotipo e incluso disfrutó de un cameo en Toy Story 3, de su competidora al otro lado del Pacífico, Pixar. Estamos ante una de las primeras películas de Miyazaki, sobre el encuentro inesperado de dos niños con el citado monstruo y otros bichos encantadores, trasladados así a un mundo paralelo por medio del que intentan superar la enfermedad de su madre. Se trata de una preciosa reivindicación tanto de los valores familiares como de los ecológicos, enfocados desde un punto de vista tan tierno (que no infantil) como inteligente.

  1. El viaje de Chihiro

Al igual que con Takahata, conviene cerrar el círculo con una segunda cinta de Miyazaki que en muchos sentidos refleja la anterior y es tanto o más reconocida. Y es que esta es la producción que en gran medida daría su fama internacional a Ghibli, coronada con el Oscar a mejor película de animación, aunque para los que hemos seguido su trayectoria sería injusto ceñirla a esta historia sobre una niña que de nuevo se traslada a un mundo fantástico para olvidar sus penurias. Aquí el mayor desarrollo narrativo y técnico se plasma en el amalgama casi apabullante de los decorados y los seres que los habitan, si bien vuelve a ser la humanidad la que da todo su poso al relato.

 

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah