Las cinco mejores películas extranjeras ganadoras en el Festival de Sundance

Secundaria aunque creciente en importancia a lo largo de los años, la sección World Cinema apareció por primera vez en el festival de Sundance en 1999. La idea original consistía en ampliar las miras del certamen tratando de cosechar cintas producidas fuera de Estados Unidos bajo el mismo espíritu independiente promovido desde Park City. En sus primeras ediciones fue una sección concebida para el público, concediéndose solo un premio de la audiencia. En 2005, por primera vez, contó con un jurado. Aunque también se le añadió una división de documentales, nos centramos para esta selección solo en los galardones dramáticos, teniendo en cuenta tanto los grandes premios del jurado como los concedidos por el público, fieles a esa doble vertiente que caracteriza a Sundance.

Corre, Lola, corre (1999)

La primera ganadora de World Cinema, tercer largo de Tom Tykwer, resultó ser una de las cintas más definitorias del cambio de guardia cinematográfica que acompañaba a la entrada del nuevo siglo. La imagen de Franka Potente, pelirroja y en camiseta de tirantes, corriendo por las calles de Berlín ya es un icono del cine. La premisa es de lo más sencillo: la protagonista tiene veinte minutos para entregar una suma de dinero que salvará a su novio de la muerte. Pero esta sencillez se vuelve apasionante cuando Tykwer escinde la narración en tres desarrollos posibles, ramificando con ello todas las posibles lecturas de ese acto tan (a priori) básico como es el correr.

El camino a casa (2001)

Aunque llegó a Park City dos años después de su estreno mundial, el público no se resistió a premiar una de las cintas más celebradas de Zhang Yimou. Una doble historia de regreso a un pequeño pueblo en el frío norte de China que, mediante un perfecto ensamblaje de dos tiempos narrativos, va desvelando una historia de amor arrebatadora a la par que un profundo diálogo intergeneracional. Quizá una de las celebraciones más convincentes de lo sencillo, en todos sus alcances, que puedan encontrarse.

Bloody Sunday (2002)

En principio un producto televisivo, este docudrama sobre el «Domingo sangriento» de 1972 se convirtió en un fenómeno mundial que lanzó la carrera del británico Paul Greengrass. Merced a la rabia del alegato político que planteaba sobre la situación en Irlanda del Norte, combinada con la mano maestra del cineasta para ensamblar múltiples subtramas y convertir las «imperfecciones» propias de la imagen documental en un estilo ficcional de lo más efectivo.

An Education (2009)

El público premió en 2009 el debut en tierras británicas de la danesa Lone Scherfig, en sus inicios cercana al movimiento Dogma. Scherfig hace propios los temas de tradición austeniana en torno a la realización personal y profesional de la mujer frente al peso de la tradición contenida en el romance, en una ambientación de factura exquisita que nos transporta a los suburbios londinenses de los sesenta.

Slow West (2015)

Máximo galardón del jurado, la opera prima del escocés John MacLean propone un ejercicio de vaciado del western, una sublimación reposada de sus constantes más arquetípicas (el romance, el villano, los duelos) que demanda el disfrute del mero saborear cada plano como una congelación de las esencias del género, con un toque de ironía autoconsciente que, lejos de sabotear este efecto, lo redondea.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.