A diferencia de su coetáneo Bruno Dumont, cineasta con el que comparte frontera donde se encuentran lo extravagante y lo grotesco, el cine de Jean-Pierre Jeunet ha ido perdido comba con el paso de los lustros. Pese a dejarnos obras interesantes, el fantasma de Amélie (2001) le ha perseguido desde su estreno debido al impacto que generó. Hasta entonces, Jeunet era algo más que una promesa del audiovisual galo, era una realidad que ya contaba con un par de cintas notables. El éxito del filme protagonizado por Audrey Tautou le catapultó al estrellato y fijó las expectativas de su siguiente trabajo a una altura inalcanzable. A partir de ahí, se inició la caída. Como sucede con otros clásicos populares, véanse, por ejemplo, largos como La vida es bella (1997) o más recientemente La La Land (2016), obras donde lo emocional viene acompañado de una sobrecarga de edulcorante, Amélie reunió tanto a admiradores como a detractores. Era el resultado del estilo barroco del cineasta de Loira. Un estilo que, por otra parte, supuso una revolución a comienzos del siglo XXI. Pero ya sabemos qué ocurre con las tendencias dominadas por el exceso.
A continuación, y celebrando su cumpleaños, elegimos las cinco mejores películas del director francés.
Delicatessen (1991)
Joya del cine fantástico facturada en Europa en los 90. Dominique Pinon –desde entonces se erigió en uno de los símbolos de la sátira en su país—, Howard Vernon y Chick Ortega lideran el reparto de este trabajo lleno de imágenes que se instalan en la memoria. Un sueño hecho cine que nos traslada a un extraño edificio habitado por unos variopintos inquilinos. Una comunidad que verá rota su cotidianidad con la llegada del nuevo propietario de uno de los inmuebles. Jeunet codirigió este trabajo junto a Marc Caro.
La ciudad de los niños perdidos (1995)
De nuevo este tándem firmó una las películas más sorprendentes para el género de la ciencia-ficción de la última década del siglo XX. Ron Perlman y Daniel Emilfork encarnan los roles principales en este cuento moderno protagonizado por el malvado Krank, un hombre que vive en una plataforma marina que envejece de forma prematura. ¿La causa? Que no puede soñar. Para recuperar su juventud debe robar los sueños a los niños de una ciudad portuaria. Todo cambiará cuando conozca a One, una joven que busca a su hermano desaparecido.
Alien Resurrección (1997)
Un asunto delicado esta elección. Pero sí, nos hacemos cargo. Nos apasiona el universo Alien y también el aire fresco que le aplicó Jean-Pierre Jeunet a esta franquicia, devenida clásico de la ciencia-ficción y de las monsters-movies. El realizador galo dirigió a Sigourney Weaver y Winona Ryder en esta cinta que se adentraba en un peligroso terreno, el de la hibridación entre hombre y monstruo, temática clave a finales de los 90 en el cine de terror. El resultado es desigual, sí, pero dotado de momentos brillantes. Como le ocurriera a Fincher, Jeunet salió reforzado de su paso por la franquicia.
Amélie (2001)
Llegamos al punto álgido de su filmografía. Su Globo de Cristal en Karlovy Vary no parecía augurar lo que sucedió después: Amélie se convirtió en un fenómeno de masas, en todo un éxito popular que rompió la taquilla tanto en Europa como en Estados Unidos. Acompañado por la magnífica melodía de Yann Tiersen, el filme se aupó como estandarte de la feel-good-movie, siempre dentro de las coordenadas visuales del autor. Algo que fue considerado transgresor en su momento, como cargante una década después.
Largo domingo de noviazgo (2004)
Para EAM, la mejor película de Jean-Pierre Jeunet. Sufrió las expectativas generadas por Amélie, pero este filme protagonizado por unos notables Gaspard Ulliel, Audrey Tautou y Marion Cotillard es un drama romántico equilibrado donde el habitual estilo del director realza una preciosa historia de amor ambientada en la Primera Guerra Mundial. La película consiguió dos nominaciones al Oscar: mejor fotografía –a cargo de Bruno Delbonnel— y mejor dirección artística.
Park City, Utah.
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