Las mejores películas del movimiento Free Cinema

En el artículo publicado ayer, dedicado a los grandes directores de Dinamarca, nombrábamos (y también, por qué no, calificábamos) el Dogme’95, uno de los movimientos del cine de autor reciente de mayor impacto –por sus preceptos más que por su legado a la imagen. Hoy lo hacemos con uno de más relevantes, si no el que más, para el cine británico: el Free Cinema. Corriente que parte del Manifiesto de los Angry Young Men creado en 1956 y que tuvo su extensión en el audiovisual durante los años 60 y parte de los 70. Sus claves: estética realista, estilo documental, retrato de la cotidianidad y, principalmente, compromiso social-político –en este orden. Jack Clayton, Tony Richardson, Lindsay Anderson, Karel Reisz, Lorenza Mazetti y el gran Ken Loach fueron sus activos principales. Una tipología cinematográfica esclava de su tiempo cuya esencia, empero, se mantiene gracias a unos tiempos poco entregados a la solidaridad. A continuación, y coincidiendo con la apertura del ciclo en el canal «Otro mundo es posible», elegimos las películas más interesantes de este movimiento que convivió en el tiempo con la Nouvelle vague, cediéndole a este la notoriedad, no sin embargo el espíritu combativo.

Un lugar en la cumbre, de Jack Clayton (1958)

Simone Signoret y Laurence Harvey protagonizan esta fantástica película que consiguió dos premios Oscar –uno para la actriz gala. Es la historia de un modesto contable que hace su vida en el Norte de Inglaterra y que intenta conquistar a mujeres, en apariencia, imposibles; véase por su situación económica, véase por su situación conyugal. Es la obra cumbre de Jack Clayton, elevada por el excelente libreto firmado por Neil Paterson, que adapta la novela homónima de John Braine.

Sábado noche, domingo mañana, de Karel Reisz (1960)

Albert Finney y Shirley Anne Field encarnan los roles principales de este drama cuyo motor argumental es uno de los clásicos del Free Cinema: un joven trabajador engullido por una dinámica agotadora y un presente sin arista alguna se entrega a la diversión más primitiva para mitigar las heridas del día a día. Unas heridas que aumentarán su tamaño cuando deje embarazada a la mujer de un compañero a la par que intenta seducir a una joven con la que se obsesiona. Adaptación de la prosa de Allan Sillitoe que obtuvo tres premios BAFTA, entre ellos el de mejor película británica en 1960,

La soledad del corredor de fondo, de Tony Richardson (1962)

Aunque el calendario parece haber sido mucho más benigno con Ken Loach, el gran baluarte de esta generación de cineastas fue Tony Richardson, cuya filmografía trascendió el propio Free Cinema, consiguiendo, incluso el Oscar a mejor director por la aventura de época Tom Jones (1963). Exmarido de Vanessa Redgrave, y padre de las también actrices Natasha y Joely Richardson, ofreció una de los hitos del Free Cinema con este drama liderado por Tom Courtenay que narra las vicisitudes de un joven de clase obrera que acaba en un reformatorio tras robar una barra de pan. Su vida cambiará cuando llegue la disciplina en clave de entrenamientos de running, una ocupación que le abrirá nuevas perspectivas.

Kes, de Ken Loach (1969)

Pasamos a una cinta habitual en esta publicación. Sí, nos han pillado, amamos la magnífica segunda película de Ken Loach y, por qué no decirlo, amamos también a su director; un cineasta en desuso, engullido por el cine esteticista que protagoniza las carteleras pero cuyo mensaje sigue siendo igual de poderoso cuatro décadas después. Kes es el mejor ejemplo del poderío de su narrativa: es la historia de la relación entre un joven incomprendido y un halcón, dentro de un contexto subyugante, donde no abundan los asideros para las nuevas generaciones.

Un hombre de suerte, de Lindsay Anderson (1973)

Otro cineasta apasionante: Lindsay Anderson, quien con su mejor filme critica al capitalismo de la forma más insólita posible: desde la extravagancia. Presentada en la sección oficial del Festival de Cannes, Un hombre de suerte es una crónica de perdedores –otro axioma en el Free Cinema, no hay lugar para las grandes victorias— protagonizada por un soberbio Malcom McDowell. Él da vida a un vendedor de café que inicia un viaje con una serie paradas estrambóticas que ofrece una mirada sobre el consumo y el mercantilismo desgraciadamente hoy demasiado vigente.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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