Conociendo a Takeshi Kitano a través de 5 películas

El gran maestro Kitano, al cual el calificativo de “polifacético” se le queda corto. Y es que no solamente es actor, director y guionista de cine y televisión (fue el creador del popular espacio cómico conocido en España como Humor amarillo), sino también cantante, pintor, poeta, cómico de stand-up, profesor universitario de bellas artes y música y diseñador de videojuegos. Vamos, que está claro que se trata de un artista imprescindible del Japón de las últimas décadas: por eso te proponemos 5 de sus trabajos de rigor delante y detrás de las cámaras.

Sonatine (1993)

Iniciado en la dirección de manera fortuita durante el rodaje de una película que él protagonizaba, Violent Cop (1989), a causa del abandono por enfermedad del realizador, Kitano siguió perfilando en sus sucesivas propuestas un estilo que combina momentos de violencia descarnada con un lirismo arrebatado y un ritmo contemplativo, y cuya primera gran pieza es Sonatine, un filme cargado de momentos de humor cotidiano pero no por eso menos triste, que perfila una realidad sobre el mundo de los yakuza anodina y muy alejada del romanticismo o la acción desenfrenada propia de las obras de género.

Hana-bi. Flores de fuego (1997)

La que sigue siendo la mejor película de su autor, se trata de una reflexión existencialista y poética sobre el lado amargo de la vida, en la que la trama avanza de forma más sensorial que narrativa. Nishi (Takeshi Kitano), un policía que, enfrentado a graves problemas personales –la enfermedad terminal de su esposa, la tetraplejía de su excompañero…– y laborales –un grupo de mafiosos que buscan vengarse de él–, se suma paulatinamente en una profunda depresión que le llevará a tomar decisiones bastante cuestionables.

El verano de Kikujiro (1999)

Con una estructura de road movie, narra la historia de Masao (Yusuke Sekiguchi), un niño que decide ir en busca de su madre, a la que nunca ha visto, durante sus vacaciones de verano, y a quien acompaña a regañadientes Kikujiro (Takeshi Kitano), un antiguo yakuza amigo de la abuela del pequeño. Divertida, tierna y entrañable, la fuerza de la cinta radica no solamente en el contraste entre esos dos personajes, con un Kitano llevando su hieratismo a extremos que ni Buster Keaton, sino también a la belleza plástica de sus imágenes y a la soterrada melancolía del relato.

Dolls – Marionetas (2002)

Fábula arrebatadamente lírica y romántica, que demuestra una faceta sentimental inédita del creador, cuenta tres historias de amor y dolor marcadas por un aliento trágico. El minimalismo y el nivel de abstracción argumentales de la obra la vinculan explícitamente con el teatro de marionetas de la tradición nipona, mientras que la rutilante e hipnótica belleza de sus imágenes la convierten en un espectáculo sensorial que resulta de imprescindible visionado para cualquier cinéfilo.

Takeshis’ (2005)

Este filme no es, para nada, el más redondo de su autor, pero sirve como ningún otro para compendiar las paradojas de un artista cuya obra ha oscilado desde el showbusiness de evasión para toda la familia hasta el cine de autor más minoritario, pasando por el thriller, la denuncia social, etc. En esta pieza, calificada con razón como “el de Kitano”, el realizador reflexiona en clave de humor sobre la fama y se burla abiertamente de sí mismo en un cóctel surrealista y digno de ver para comprender a fondo a uno de los autores nipones más importantes del cambio de siglo.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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