Especial Mostra: las grandes películas italianas que triunfaron en Venecia

El apoyo de Cannes a la industria cinematográfica de su país es parte inherente de su naturaleza. Es más, su cruzada contra Netflix y otras plataformas responde a su afán de preservar la exhibición en salas, uno de los símbolos culturales de la Europa contemporánea. Francia ama su cine y lo demuestra de todas las formas posibles –en los cines, en sus festivales, en entregas de premios y, cómo no, a nivel institucional. Cannes solo es la punta del iceberg de ese sentimiento de orgullo por la ficción nacional.

Un espíritu de pertenencia que contrasta con la cierta distancia que tienen el resto de grandes festivales con las factorías nacionales respectivas. Por un lado, la Berlinale suele ser bastante ecuánime en sus programaciones, relegando a las producciones germanas de carácter comercial a una sección de bajo vuelo, Deutsche Perspektive. Por otro, San Sebastián suele ser el escaparate de lo mejor de una ficción española que no siempre responde, más allá del aplauso autóctono, a la altura del escenario. Y queda la Mostra, un ecosistema complejo, que en los últimos años se ha quitado la careta y se ha erigido como punto de partida de la Oscar Race, presentando películas norteamericanas por decenas. Un panorama que previamente tampoco era demasiado halagüeño para los autores transalpinos. El resultado es que muchos de ellos han buscado otros puntos más atractivos para presentar sus últimos trabajos. Una constante que parece romperse este año con la vuelta a la competición del gran Paolo Sorrentino.

Mientras llega ese momento, repasamos los mejores filmes italianos que consiguieron el León de Oro. Un listado en el que vemos que, en los inicios del festival, coincidiendo con el auge de la corriente neorrealista, Italia era la absoluta dominadora del Lido. Una preponderancia que se ha ido diluyendo con el paso de las décadas, llegando a un siglo XXI con un solo león italiano: para el documental Sacro GRA, de Gianfranco Rosi.

Romeo y Julieta, 1954

La enésima traslación del clásico shakesperiano, dirigida por Renato Castellani, se alzó, contra pronóstico, con el León de Oro de 1954. Gracias, esencialmente, a la química entre Laurence Harvey y Susan Shentall, y al precioso diseño fotográfico firmado por Robert Krasker. Esta coproducción entre Italia y Reino Unido, después, tuvo un buen recorrido por la temporada de festivales, con nominaciones en los BAFTA, entre ellas la de mejor película.

La Gran Guerra, 1959

Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Silvana Mangano, Folco Lulli, Bernard Blier, Romolo Valli y Vittorio Sanipoli son los actores protagonistas de este filme de Mario Monicelli que contó con presupuesto italiano y francés y fue nominado al Oscar a mejor película de habla no inglesa. Un trabajo que, en clave de comedia, nos sitúa en el primer año de la Primera Guerra Mundial, en las trincheras del frente italiano. Allí dos soldados hacen lo posible por evitar ser pasto de la metralla con las peores argucias. Dos cobardes que, por avatares, se convertirán en héroes de una forma inesperada.

El desierto rojo, 1964

Impresionante retrato de la pérdida protagonizado por Monica Vitti y Richard Harris. Una de las cumbres de Michelangelo Antonioni que, junto al camarógrafo Carlo Di Palma, logra un filme tan crudo como bello, en el que la cámara recoge un universo introspectivo cimentado por las secuelas personales y sociales de una mujer tras un accidente que cambiará concepción del mundo que la rodea.

Sandra, 1965

Una maravillosa Claudia Cardinale encabeza este drama sobre el recuerdo que nos ubica en la vuelta a su pueblo de natal de una mujer ya casada. Allí, tendrá que lidiar con la remembranza de su padre muerto, víctima en el campo de concentración de Auschwitz en la Segunda Guerra Mundial. No es la mejor película de Luchino Visconti pero sí un trabajo sensible y emocionante al servicio en una actriz en estado de gracia.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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