Grandes películas ganadoras de la Espiga de Oro

Escribimos este texto desde el corazón de Valladolid, en plena celebración de la 66ª edición de una Seminci que está respondiendo a las expectativas planteadas. Una calidad programática notable que esperamos tenga su traslación al palmarés. A priori, si pensamos en posibles destinatarios de la Espiga de Oro, surgen apellidos como Trier (principalmente), Farhadi, Schrader o Diwan. Ilustres del panorama internacional que se sumarían a un listado lleno de directores históricos.

La Seminci vivió, en sus comienzos, un auge que le llevó a convertirse en uno de los grandes festivales europeos. Poco a poco, el calendario y el propio sector lo situaron en una posición mucho más complicada y limitada, perdiendo el brillo de antaño. Echar un vistazo a su cuadro de honor histórico es encontrarte con gigantes de este arte. Hablamos de Ingmar Bergman, Bernardo Bertolucci, Jules Dassin, François Truffaut, Ken Loach, Zhang Yimou, Luchino Visconti, Andrei Wajda, Neil Jordan, Terence Davies o Ridley Scott.

A continuación, elegimos nuestras películas ganadoras de la Espiga de Oro predilectas:

EL SÉPTIMO SELLO, Ingmar Bergman, 1960

Qué decir a estas alturas de la gran obra de un cineasta irrepetible. Bergman logró tres Espigas de Oro en su carrera. Con este filme logró la primera; un año más tarde (1961), con El manantial de la doncella, consiguió la segunda; cinco años después, con El comulgante (1966), la tercera. Sobre el cineasta sueco se construye, por tanto, el prestigio del Festival de Valladolid. Pocos certámenes tienen este pasado, este legado.

LAS DOS INGLESAS Y EL AMOR, François Truffaut, 1972

Jean-Pierre Léaud, Stecey Tenderer y Kika Markham protagonizan este clásico romántico dirigido por Truffaut. Una de esas cintas que pasan inadvertidas de primeras en listados y compilaciones de la Nouvelle vague pero que habla sobre el amor como pocas. Las dos inglesas y el amor le procuró al magnífico director francés su segunda Espiga de Oro. Ya la ganó en 1972 con El pequeño salvaje.

LÉOLO, Jean-Claude Lauzon, 1992

Todo un clásico generacional. Una obra de culto que definió a los jóvenes cinéfilos de los 90. Cierto es que se vislumbra un mal envejecimiento –como les suele suceder a estas obras que encajan en un período cronológico y vital concreto. Las desventuras de Léolo, un niño que vaga errante por un mundo cruel, componen una serie de imágenes que se quedan grabadas en la memoria. Es la mejor película de un Jean-Claude Lauzon que desapareció del panorama cinematográfico tras este filme.

HIERRO 3, Kim Ki-duk, 2004

Finalizamos esta selección recordando a Kim Ki-duk, fallecido tristemente el pasado año. Su mejor película, la que le dio a conocer, Hierro 3, fue el inicio de una corriente de filia al cineasta coreano. Su obra no solo tenía el beneplácito crítico, sino que también, y esto es lo sorprendente, funcionaba en taquilla. Gracias a su Espiga de Oro en la Seminci, este inicio fue mucho más orgánico. Es la obra más romántica y emocionante del autor. Un filme que siempre merece la pena visitar, como el resto de su filmografía.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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