Justicia literaria. Cinco ejemplos de cómo adaptar una gran novela

  1. Matar a un ruiseñor, (To Kill A Mockingbird) 1960 – 1962

Si nunca fue fácil ser parte de una minoría, en concreto, ser negro durante la época de la Gran Depresión en América podría suponer una completa tortura. La novela de Harper Lee explora el pequeño pero esperanzador espacio, reservado a la compasión y la tolerancia en el ser humano,  enfrentado a la multitudinaria población movida por el odio y la violencia. El magnífico personaje Atticus Finch es un abogado encargado de defender a un hombre negro acusado de violar a una mujer blanca. La novela se esfuerza en mostrar no sólo las devastadoras consecuencias para el acusado, sino también para el defensor de una causa de esas características, contrario a la incendiaria opinión popular en una población sureña. Robert Mulligan consiguió, desde la simple elección de Gregory Peck como Finch, una aproximación muy acertada de esta trama sobre un buen hombre cuya integridad lo convirtió en el gran enemigo del pueblo. No obstante, su inquebrantable sentido de la justicia servirá de ejemplo para sus dos hijos quienes, sin una figura materna presente, encontrarán en el protagonista el mejor modelo a seguir que podrían tener. Un relato maravilloso y una admirable adaptación.

  1. El silencio de los corderos, (The Silence Of The Lambs) 1988 – 1991

Siendo una de las tres únicas películas que han conseguido ser galardonadas con el Óscar en las cinco grandes categorías (película, director, actor, actriz y guion), El silencio de los corderos no necesita defensa alguna como ejercicio cinematográfico. Sin embargo, es de destacar que este filme compone, además, una gran adaptación de la novela original de Thomas Harris. Jonathan Demme logró condensar y reaplicar con astucia y certeza los códigos terroríficos mostrados por Harris de una forma sutil y atractiva al mismo tiempo, consiguiendo así la difícil tarea de generar una intriga suficiente como para encumbrar hasta lo más alto de la iconografía hollywoodiense al infame doctor Hannibal Lecter.

  1. Brighton Rock, 1938 – 1947

Graham Green tuvo que sufrir la descomposición de muchas de sus novelas en terribles adaptaciones cinematográficas incapaces de reflejar el universo desolador de su pluma. Sin embargo, Joh Boulting logró, en 1947, un trabajo sensacional en la trasposición de Brighton Rock, consiguiendo expresar a la perfección la brutalidad descarnada característica del estilo hard-boiled del autor. Gracias a un magnífico Richard Attenborough, en el papel del infame Pinkie, este filme noir se convirtió en uno de los grandes clásicos del cine criminal británico de todos los tiempos.

  1. La muerte de Iván Ilich – Ivansxtc, 1886 – 2000

Al director de serie B, Bernard Rose, no le tembló el pulso a la hora de enfrentarse a la novela corta de León Tolstói y hacerla suya por completo.  Siendo la primera de una serie de cuatro adaptaciones que el realizador hizo sobre el trabajo del escritor ruso, Ivansxtc cambia al exitoso protagonista de la novela, quien se da cuenta de que el poder no justifica el sufrimiento necesario para llegar a él, por un salvaje agente de Hollywood incapaz de empatizar con nada que no sea el dinero y el éxito. Una propuesta muy original y poco conocida que aporta un punto de vista totalmente creativo y modernizado del clásico literario.

  1. The Butcher Boy, 1992 – 1997

Nadie mejor que Neil Jordan para capturar la fluidez de pensamientos y la psicosis de un niño enfrentado a una infancia enmarcada dentro de un contexto fantástico y violento, como la que retrató Patrick McCabe mediante un magnífico estilo narrativo que alternaba entre la narración en primera persona y el flujo de conciencia propio de los escritores irlandeses de principios del S. XX. Francie es un joven superviviente que lucha con todas sus fuerzas por hacer del mundo su refugio. Inmerso en sus fantasías, trata de no dejarse atrapar por la terrorífica realidad que le rodea. Y mientras él se oculta tras los extraterrestres, todo a su alrededor se desmorona. Neil Jordan desdramatiza el relato, como lo haría McCabe, por medio de metafóricas imágenes introspectivas de la vívida imaginación de Francie, que contrastarán con humor situaciones que, de ser narradas con realismo, serían inaguantables.

 

Park City, Utah

El antepenúltimo mohicano