Las mejores películas de Naomi Kawase

Como el cine de Hirokazu Koreeda, la propuesta de Naomi Kawase se va occidentalizando con cada nueva película. Es el resultado de la conjugación de sus obsesiones –la identidad, la perdida y la deriva emocional— con otras miradas y narrativas –los efectos de la coproducción con otros países, esencialmente Francia.

De esta manera la ficción según Kawase se ha vuelto más abierta, cómoda y predecible, algo que le ha permitido encontrar un público fijo, ávido de historias humanas y humanistas, de trazo amable y vital. En cierta manera, su filmografía se ha ido suavizando, tanto argumental como estéticamente. La firma se difumina pero la esencia permanece.

Con ello, Kawase sigue ubicada en la cumbre de prestigio en la que rápidamente se situó con Shara (2003). La directora se mueve en las secciones oficiales de los grandes festivales, aunque con cada vez menos fuerza, como si en esta nueva fase de su carrera, de clara vocación comercial, poco le importaran ya los premios o el apoyo crítico.

Justamente, a propósito del Faro de Honor, galardón que premia la aportación al cine contemporáneo, que recibirá SundanceTV España en la Semana Internacional de Cine de Santander, el canal ha propuesto en un ciclo especial, entre otras, la primera película de esta última etapa en la obra de Kawase, Una pastelería en Tokio.

A continuación, para celebrarlo, elegimos los cuatro filmes clave de la filmografía de la veterana directora nipona:

SHARA, 2003

Es su carta de presentación, tras un inicio de carrera dentro del formato documental, también su mejor película. Miguel Muñoz Garnica no lo pudo definir mejor en un ensayo sobre su escena de apertura: «Shara no nos enfrenta de forma directa al misterio que entraña la desaparición de Kei, sino que nos invita a observar y desentrañar a los personajes que se enfrentan a ese misterio. Esto implica una inevitable sensación de extrañeza ante sus imágenes, dado que la falta de un planteamiento convencional nos obliga a reconstruir de forma activa las relaciones que unen a los personajes entre sí, con su entorno y con su pasado».

EL BOSQUE DEL LUTO, 2007

Precioso drama existencialista que golpea nuestros sentidos de forma sutil. Un ensayo sobre las cosas mundanas que nos rodean, que dan sentido en cierta manera a nuestras vidas. Ganadora del Premio del Jurado del Festival de Cannes, El bosque del luto, narra la relación entre Shigeki, un usuario de una residencia de ancianos, y Machiko, una trabajadora social. En un paseo, el anciano decide adentrarse en lo profundo de un bosque y Machiko le seguirá. Comenzará así un viaje introspectivo hacia el pasado en busca de respuestas.

AGUAS TRANQUILAS, 2014

La naturaleza es una protagonista más de este elegante coming of age que nos ubica en la isla de Amami. Allí, los jóvenes Kaito y Kyoko crecen y aprenden juntos sobre la que significa la vida; también el amor; dentro de un paisaje paradisíaco, donde el tiempo parece suspendido. Aguas tranquilas compitió por la Palma de Oro de Cannes de su año. Es otro filme delicioso y emocionante.

UNA PASTELERÍA EN TOKIO, 2015

Y hablando de delicias. Por una vez, Kawase deja atrás el entorno natural para mostrarnos otro de sus escenarios favoritos: los fogones de Japón. Un desfile de platos típicos, en este caso dorayakis, que ejercen de leitmotiv de esta clásica historia de redención y pérdida. Un drama intenso, que cuenta con la sensibilidad clásica de la directora y ese estilo narrativo inconfundible. Uno que se disfruta con calma y atendiendo a los detalles.

El antepenúltimo mohicano

Park City, Utah.

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