Los 4 romances más extremos de Emily Watson

Cualquier vida puede asomarse al abismo por un momento de descontrol. La protagonista de la miniserie Apple Tree Yard (estreno 18 y 19 de noviembre) encarnada por Emily Watson, disfruta de una felicidad de casa de muñecas: la familia perfecta, la mansión acogedora, una carrera como científica respetada. Pero todo ello se tambalea por un fugaz arrebato de pasión: un revolcón con un desconocido en un armario de escobas de la Cámara de los Comunes londinense. El thriller sexual puede surgir en el escenario más insospechado para poner nuestra vida patas arriba. No es la primera vez que Emily Watson interpreta a un personaje puesto al límite por un romance similar. Repasamos otras ocasiones en las que la actriz se ha dejado arrastrar por esa entrega a la destrucción que es el amor.

Rompiendo las olas (1996)

Pocos directores tan idóneos para hablar de relaciones límite como Lars von Trier. En sus manos, Watson se convierte en una ingenua joven perteneciente a una comunidad calvinista que inicia una relación amorosa con un hombre ateo que trabaja en una plataforma petrolífera. Sumen a semejante panorama una ristra de problemas psicológicos arrastrados por la joven (que llega a desdoblarse para recrear conversaciones con Dios), un accidente trágico y un despertar sexual a marchas forzadas. Puro romance a la Von Trier.

The Boxer (1997)

Danny (Daniel Day-Lewis) regresa al gimnasio de Belfast donde entrenaba como boxeador tras años encarcelado por su pertenencia al IRA. Allí, a la vez que trata de evitar volver a relacionarse con la organización terrorista, retoma un viejo idilio con la mujer menos indicada para ello: Maggie (Watson), casada con otro miembro del IRA que se encuentra en prisión e hija de un comandante de la banda. Entre asesinatos, incendios y secuestros, Maggie se convierte en el recurso de Danny para aferrarse a la paz. Si se trata de arrebatos violentos, el amor siempre es mejor que las bombas.

Las cenizas de Ángela (1999)

A veces, las raíces pueden ser el romance más fuerte. En este caso, Angela, la protagonista encarnada por Watson, trata de curar con la vuelta a su pueblo irlandés natal desde Estados Unidos su desgarro tras la muerte de una hija. Pero las enfermedades, la pobreza y las sábanas llenas de pulgas no le brindan el mejor regreso. Irlanda y su marido, alcohólico e incapaz de mantener un buen empleo, son dos caras de una misma dimensión del amor. Que puede traer consigo una lista interminable de vicios que demandan ser igualmente queridos.

Embriagado de amor (2002)

¿Se puede tener un affaire de película con Adam Sandler? Al menos a la excéntrica manera de Paul Thomas Anderson, sí. Watson es la encargada de sacar de su cáscara al personaje de Sandler, un empresario tímido y apocado que oculta un lado autodestructivo. La única curación posible es su entrega sin condiciones a ella, su abrazo como dos sombras desenfocadas sobre el paraíso de Hawái. Watson nos enseña aquí que amar es lanzarse a los labios de un hombre que acaba de destrozar el baño del restaurante donde transcurría la primera cita.

 

El antepenúltimo mohicano.